El trance

Apoyàndome en esta pared sucia, grito; grito mi origen divino, vociferando y tropezàdome con estos harapos a los cuales miro confundido, caigo de rodillas incapaz de soportar mi propio cuerpo, enredado entre la mortaja y el grito.
La gente al mirarme huye a la calle del frente, insignificantes vidas, acaso no saben la infinita piedad, que les tengo, ignoran que gracias a mi el mundo gira en sus goznes desde el inicio del universo.
En contados momentos comprendo este tropel desordenado de palabras, pero la mayor parte del tiempo no puedo evitar este torrente cargado de voces originadas en un antiguo rito de creencias refutadas y llevadas al olvido por Dogmas que rigen nuestras vidas hasta hoy.
Tengo miedo, solo escucho voces salir de mi boca y no puedo evitarlo, algunas veces amanezco a la orilla de un rio bebiendo sin prisa arrodillado invocando fuerzas a montañas desaparecidas; otras, encerrado en un nicho de papeles y cartòn sintiendo hambre y frìo; otras, las mas comunes, caminando con una prisa exagerada gritando con una mano en alto y la otra sosteniendo un pesado bulto, de trapos y libros.
Pero estoy gritando y mi boca revienta en espumarajos sanguinolentos. Como signo de partida, como señal esperada, mi cuerpo es arrastrado por esa fuerza invisible que me ha dominado convirtiendome en prisionero, sacandome al patio de la conciencia para acrecentar mi sufrimiento, no puedo pedir ayuda (no de manera audible) solo salen de mi desdentada boca improperios y ruegos lastimeros.
La acera termina, y antes que un claxon me anuncie la partida "al nunca mas y olvido" veo con alegria, luego,con indescriptible pavor, la puerta final a los dèdalos de la locura